Cuando atropellas a un lobo...

... Y no sabes qué coño hacer, sigue la dinámica de Will Randall: pínchalo con un palo, y si no se mueve trata de arrastrarlo hacia tu coche por las patas.
Así empieza la cosa; el Editor Jefe de "Publicaciones McLish" vuelve de otro de sus muy agradables días de trabajo tras "suplicar" la firma de un contrato a escasos días de su inminente despido y, para rematar la faena, vuelve solo de noche conduciendo por la helada carretera de Belmont y atropella a un animal.
El animal resulta ser un enorme lobo negro de ojos amarillos (inverosímil, pero cierto) que muerde a Will en la mano tras el intento de éste de sacarlo fuera de la carretera.
Aquí pues da comienzo la cruzada de Randall por deshacerse de su tediosa vida de prejubilado gracias al "Espíritu del Lobo" que se le ha transmitido mediante la mordedura de éste... pero lo que no sabe es que éste nuevo don puede resultar a veces una carga demasiado pesada para alguien que no desea hacer daño a nadie.
Y es que Will, cincuentón, cornudo, con un millonario prepotente como jefe y un protegido capullo y envidioso... comienza a experimentar serios cambios físicos y de comportamiento (sí, lo del "Presidente del Club del Crecepelo por méritos propios" es un buen punto).
Ésto genera una estupenda dosis de subida de autoestima en nuestro protagonista, una mejora de sus sentidos y de su cuerpo... y que descubra que su mujer se acuesta con Stewart Swinton, su protegido y el malo de turno de la película.
Y, por supuesto, Will está muy cabreado y hará lo que sea por hundir al tipo que le robó la mujer y el puesto de trabajo.
Pero será entonces cuando conozca a Laura, una preciosa chica con un halo de misterio y malos modales que hará que Randall acabe no agradeciendo en absoluto su paulatina conversión en lobo...